domingo, 4 de septiembre de 2011

(13) Maravillados con Angkor


Habíamos visto y leído sobre Angkor, pero aún así la realidad impresiona. En Sukothai coincidimos con una familia madrileña que nos aseguró que los templos de Anghkor es obligado conocerlos y ahora lo suscribimos. Vinimos pertrechados de esta guía, bastante completa.

Es un lugar espectacular, inimaginable, y el templo que más nos impactó es el de estas dos primeras fotos, el de Bayon, casualmente el primero que vimos. De la piedra emergen unas caras de lo más fantasmagórico.


Además de los templos, el hotel en el que nos alojamos, el Golden Temple, ha sido un hallazgo, y hoy, en nuestro último día, literalmente se están pasando de amables, algo que parece sobrarles a los encantadores camboyanos (exceptúo a nuestros timadores). Y el desayuno también nos ha gustado.


Nuestro taxista, Taun, resultó un chaval encantador. Nos llevó en su tuk-tuk a los templos y se ha pasado dos días a nuestra disposición dando todas las facilidades del mundo. Pese a sus 28 años ya tiene dos hijos, de 6 años y de 2 semanas, y se asombra de que en España esas cosas se tomen con más calma.


Y antes de entrar más en materia, una imagen de Angkor Vat, el templo de los templos, el que da nombre a todo el inmenso recinto, de un tamaño y vistosidad espectacular. 

La entrada al recinto la hicimos el primer día por la Puerta de la Victoria, con esta sucesión de estatutas de dioses y demonios,  cada uno a su lado respectivo, abrazando una inmensa naga (serpiente). Entrar a Angkor Vats, el reclamo turístico por excelencia, del país exige pagar una entrada de 20 dólares USA (la moneda oficial aquí) por un día o 40 por tres. 


Al sacarla te hacen una foto que se incluye en la entrada, y te la piden en muchos sitios.  Además, los ingresos se destinan a la conservación, pero está claro que haría falta mucho más.


Los templos de Angkor se construyeron entre los siglos IX y XIII, en el esplendor del imperio Khemer. Posteriormente este imperio desapareció por una invasión y el recinto quedó abandonado. La naturaleza lo invadió hasta un punto inimaginable, como  se verá en algunas fotos.


Son muchos kilómetros cuadrados los que ocupa en una gran llanura e incluyen una inmensa red hidráulica con canales y embalses. En su momento los campos de arroz allí existentes garantizaban la subsistencia de un millón de personas.

Las caras esculpidas en Bayón le diferencian de todos los demás.







Ta Prohm es de los más famosos por las consecuencias de la recuperación por la selva de lo que era parte de su territorio. Enormes raíces juegan con los edificios y muros como si fuera de juguetes.

En Angkor existen escaleras de todos los pelajes, pero con algunas características comunes: escalones altos, a veces exageradamente, y casi siempre muy estrechos, lo que dificulta el ascenso y sobre todo la bajada. Eso, además del calor húmedo.



Los elefantes forman parte de la decoración en los relieves de los muros y en esculturas.



Mientras lo visitamos nos encontramos con el vehículo familiar por excelencia, la motocicleta, muchas veces con más de tres pasajeros. Los extranjeros no pueden alquilarlas.


Hay estanques y canales por todas partes, algunos son casi mares.



El líquido de un coco fresco ayuda a combatir el calor o al menos a olvidarlo por unos momentos. Sudamos constantemente dada la elevada humedad y alguna ventaja tiene: pese a que estamos bebiendo constantemente no necesitamos ir al baño.





Los niños también son una constante en Angkor y están por todas partes vendiendo baratijas y se dirigen a tí en inglés con buen acento y hasta en español a veces. Impresiona, pero al menos no van mal vestidos ni están desnutridos. Supuestamente también van al colegio, pero no está claro ya que visitamos los templos en sábado y domingo. Son muy guapos.




Siguiendo con Ta Prohm, fue terminado a finales del siglo XII y para dar idea de sus dimensiones un dato: allí vivían casi 13.000 personas entre sacerdotes y auxiliares.


Lo que han hecho los árboles y siglos de abandono sería inimaginable de no verlo.



Las raíces estrangulan literalmente los edificios.





En otros dos templos encontramos también árboles que se están zampando los edificios y que se han convertido en uno de los principales atractivos.
 

Y llegamos a Angkor Vat, el templo que da nombre al conjunto y que tiene unas dimensiones espectaculares. 



De hecho, la visita cansa por sí sola.


Construido en la primera mitad del siglo XII, es  un complejo que ocupa un rectángulo de 1,3 por 1,5 kilómetros. Está rodeado por un canal de 200 metros de ancho.
En la entrada alucinamos al ver a un grupo de currantes cortando el césped... ¡a machete!.




Increible. Hacía un calor de justicia y ellos allí dando golpes al suelo y doblados haciendo un trabajo que una máquina haría mejor en un ratito. En general había mucho personal, barriendo hojas y tareas similares casi inabarcables a mano en un recinto kilométrico que solo puede recorrerse en un vehículo.


Solo los edificios de este templo ocupan 100.000 metros cuadrados y de la estructura de madera y demás materiales perecederos no queda nada.

Existen varios muros y sucesivas construcciones de un templo en el que además del rey, su corte y los sacerdotes vivían 20.000 personas.


Acceder a la parte central no es sencillo ya que la escaleras más bien parece quere impedirlo. La bajada es especialmente puñetera.
Pero como no todo era ver templos, al llegar al hotel hubo quien disfrutó del masaje de piernas (con máscara incluída)



que nos ofrecieron de forma gratuita después del baño reconfortante en la magnífica piscina.




Y no fue el único detalle: al llegar, la tradicional bebida de recibimiento, en este caso acompañado de un tentempié . Cuando usas el ordenador te llevan té frío y hoy al irnos a los templos nos dieron un pic-nic que nadie había encargado. Hace un rato, a media tarde, nos trajeron una bebida y un apertitivo consistente en  una bebida de coco, unos rollitos de primavera y otros de verdura y dijeron que estábamos invitados a cenar.
Algunos de los niños de Angkor. 


La de la foto siguiente cautivó especialmente a Fely. Pese a su cortísima edad, menudo espabile para intentar que les compráramos algo. Al principio nos daba reparo, por aquello de no fomentar el trabajo de niños, pero nos daba tanta pena que algo les compramos .


 Y, claro, son niños. Además de vender juegan, en ocasiones en charcas y canales de aguas semiestancadas (o claramente estancadas) que te ponía la carne de gallina. 

Es una zona de enfermedades especialmente graves como la malaria o el dengue. 



Ni qué decir tiene que nos embadurnamos hasta las cejas de repelentes de mosquitos.


Alfonso, emocionado de tanto ver conducir a Taun, hizo un amago de quitarle el puesto. 



Observar que este tipo de tuk-tuk son motocicletas a las que se añade un remolque. Por cierto, aquí no pudimos plantearnos alquilar una moto: está prohibido a los extranjeros.



Últimas imágenes de árboles imposibles y escaleras junto a una de las cabañas existentes por la zona. 
El templo de las mujeres que visitamos hoy 
dista unos 20 kilómetros

y pudimos ver poblados y casitas modestas, así como gigantescos campos de arroz. 


Es un país pobre que dista mucho de la vecina Tailandia, pero miseria no hemos visto, aunque si alguna mendicidad, pero eso también lo tenemos en España. La gente tiene buen aspecto y va  correctamente vestida. Eso sí, tenemos claro que estamos donde estamos, en Siem Reap una ciudad que vive del turismo de Angkor, muy europea, con una vida nocturna intensa, y montones de hoteles y restaurantes. Posiblemente, casi seguro, la Camboya profunda sea otra cosa.



Y una imagen de grupo para despedirnos junto con una de Bayon y otro templo. 


Mañana volvemos a Bangkok, esperamos que sin incidencias, para hacer un  último repaso a la capital antes de coger el avión el miércoles por la noche.




7 comentarios:

  1. ¡Carambas! Sí que parecen chulos los templos.. Y los camboyanos qué majos todos no?.
    Por cierto, andaros con ojo que fijo que los del hotel ese algo os quieren pedir eh? Tanto peloteo no es normal!!
    Por aquí todo bien, acabamos de volver de un finde molongui en Caión's village :)
    muá

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  2. Hola,no se que hice y el comentario se me fue,bueno es lo mismo ,os resumo,al taxista cabroncete,me imagino que lo habreís olvidado después de los templos que para si quisiera el inquilino del Vaticano.

    Las escaleras,para la próxima hay que llevar mecánicas y con cortacesped motorizado que ahi crece la hierba muy rápido.
    Bueno, para terminar de pasarlo bien antes de volver,que aqui necesitamos más gente para levantar el pais.
    Un abrazo
    Rafa

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  3. Que buena pinta el desayuno y sin soja. Bonito viaje si señor.

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  4. Pues menos mal que regresáis pronto.
    No sabéis los números que tengo que hacer todos los días para que mi jefa no me descubra gastando su tiempo con vuestras andanzas y me mande directamente a hacer cola a aquella ofinica innombrable... Pero aquí somos todos buenos amigos y nadie se va a chivar, ¿verdad, chic@s?

    ¡Envidia cochina! Mira que la tapono y tapono para intentar que no aflore, pero no hay manera. ¿Alguien me puede pasar la fórmula?

    Besazos para todos

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  5. Un magnífico post que siembra las dudas en los que tenemos total aversión a las manadas de guiris esparcidas por zonas turísticas exóticas a 10.000 km y con jodidos y hostiles climas. Y con niños pedigüeños...!

    Se ve todo muy, muy, interesante, hay que recocerlo. No debería haber puesto tanta atención, me he descuidado.

    En Port de la Selva reina la calma y como mucho encontramos algún dolmen corrientucho. Y en lugar de cocos y rollitos, botifarras y allioli.

    Ánimo! Un abrazo.

    C.C.

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  6. Impresionantes los templos invadidos por la vegetación...
    qué bien se le quedó el cutis a Alfonso tras la mascarilla! papá, te la tenías que haber puesto también,
    muchos besos, aprovechad que os queda poco...

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  7. Los guiris regresamos y este blog toca a su fin, a la espera del post final. Gracias a todos por vuestros comentarios y esperamos que hayáis disfrutado en alguna medida de este viaje. Ese y no otro es el objetivo. Y si a alguien le han surgido dudas sobre la conveniencia de conocer otros mundos lejanos y diferentes al nuestro, bingo. Por supuesto, como ni mucho menos es una idea original, al final nos juntamos muchos en este peregrinar viajero, en el que para disfrutar sudamos lo suyo.
    Abrazos para todos. Juanma y Ana.

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